CARMINA MACARONICA SELECTA

"Quid contentandum nisi contentamus amigos? / Hoc mihi servitium facias, tu deinde comanda, / nam, giandussa mihi veniat in culmine nasi, / ni pro te posthac Paradisos mille refudem", Baldus, V, 9, 295-298

sábado, 2 de junio de 2012

LUCA CURTI Y LA DUALIDAD DE PERSONAS MACARRÓNICAS



En las actas del congreso folenguiano de 1991 se publica un estudio de Luca Curti, Sul macaronico,1 donde se pasa revista al estado de varias ‘cuestiones’ macarrónicas, entre ellas la lingüística. Considera Curti que la propuesta de definición de Paccagnella basada en el concepto de “interferencia lingüística” de Weinreich no define la sustancia del fenómeno, a pesar de que lo describa con exactitud2. Prueba de ello sería para Curti el hecho de que Lazzerini, a pesar de sostener la tesis opuesta, pueda sin dificultar aceptar, y hasta englobar en su discurso la opinión de Paccagnella y Segre. Lazzerini, aceptando el hecho de que el macarroneo se sitúa “sobre un plano diferente respecto al hibridismo de los sermones, pasando de la mezcolanza salvaje a una siempre más rigurosa codificación de la interferencia lingüística”, rechaza una diferencia radical entre los dos fenómenos tanto en sus conclusiones de 1982, ya reproducidas, como en las de 1988: “pero insistir sobre las diferencias parece francamente excesivo, cuando las analogías se revelan, por decir poco, clamorosas; y sería quizás oportuno evitar los distinguo demasiado sutiles, también por conjurar el riesgo, siempre presente, de volverse más realistas que el rey; en este caso, más macarrónico-puristas que Folengo, visto que los macaronica verba atribuidos al nodarus no son ciertamente fragmentos de la Zanitonella y ni siquiera de la Tosontea, sino modestos especímenes de latín pedestre”3.

En opinión de Curti la conclusión de Lazzerini resulta impecable, pues no resulta lícito asignar, en una descripción realizada en términos de “interferencia lingüística” un puesto diferente a Tifi o a fray Valeriano da Soncino, al latín del nodarus o al de Tognazzo (personaje de la Zanitonella folenguiana), o incluso al de Pomponazzi: “se podrá, a lo más, distinguir entre diferentes grados de complejidad, o entre el relieve (mayor o menor) de los componentes [de] la mezcla lingüística; pero no hay razón para excluir una u otra expresión mixtilingüe del canon de la “interferencia””4. La diferencia va a buscarla Curti en argumentos extralingüísticos.

Curti empieza por tomar el recurrente ejemplo del nodarus, cuyas palabras son interpretadas por Lazzerini como macarrónicas5. Para Curti la clave del problema radica, precisamente, en el autor de la definición, único hecho que explica que la lengua del notario, “instrumento de honradísimo oficio”, sea definida de tal modo, pues este definidor, que observa desde fuera este lenguaje manejado con seriedad, lo ‘bautiza’ y se ríe de él. Este tal es el poeta macarrónico, cuyo blanco es el nodarus. Y no cree Curti que sea útil distinguir entre macarrónico consciente (el de Folengo) e inconsciente (el del nodarus): en su opinión sólo existe el macarrónico consciente6.

Curti entiende, pues, el macarrónico en un sentido mucho más restringido que Lazzerini, es decir, limitado a los textos de los poetas que se definen y se presentan como ‘macarrónicos’. Para establecer claramente la diferencia, le es preciso definir el “carácter distintivo” del macarroneo. Lazzerini, por su parte, lo había situado “en las cosas ‘da rider’ [...]; en la disonancia lingüística variamente perseguida, y, sobre todo, en la materia obscena, escatológica o rústica vertida en los crudos idiotismos que sobresalen dentro de la austera estructura del verso clásico”7, y este carácter cómico puede sin duda encontrarse en fragmentos de los sermones híbridos e incluso en textos más antiguos.

Curti afirma que es ciertamente indiscutible que se produce comicidad sirviéndose de un lenguaje híbrido, pero que “lo que aparece como exclusivo del macarrónico es [...] la producción de comicidad a través de la mera presencia de la mezcolanza (así como, entiéndase, de la interferencia)”8. Ilustra su idea con dos textos; el primero, tomado de un sermón de Bernardino da Feltre:

Costume et consuetudo est de grandi dicitori et oratori, nel suo parlar far gran mostra in principio, et ostendere ciò che sanno. Ita quod graeci, latini, antiqui et moderni sono accordati a non sermonizare sine magnis exordiis et prohemiis.

Y el segundo, es un verso de la Macaronea de Tifi:

Ad finem misse oculis guardate la terra.

Señala Curti que en ambos textos existe ‘contraste’ (en el caso en cuestión, simple yuxtaposición ) entre latín y vulgar; que en ambos casos no hay vocabulazzi, es decir, macarronismos, que para Curti son “expediente principal y fácil de todo tipo de creación de comicidad, y que podrían, pues, ayudar a cancelar distinciones importantes”9, y que no obstante resulta claro que el primer texto es serio y el segundo por contra cómico, a pesar de usar los mismos materiales lingüísticos.

Curti no pretende decir que el texto de Bernardino no haga reír mientras que el de Tifi sí, sino que en el primero el paso de un idioma a otro es concebido como mero instrumento de comunicación, mientras que en el segundo el mismo procedimiento es visto como cómico10.

Tal restricción significativa en el macarroneo debe basarse, según Curti, en una clave extralingüística basada en una relación unívoca entre autor y lector. El autor se duplica en una ‘primera persona’, el propio autor de la macarronea, cuyo retrato corresponde en líneas generales al de un humanista típico, y en una ‘segunda persona’, el autor “macarrónico”, escritor ficticio que parece pensar que la lengua del nodarus y de los predicadores sirve para escribir hexámetros de cuño clásico. La solidez de este juego literario queda asegurada por los rasgos de maestría métrica y erudita propios de la primera persona, mientras que la segunda queda en evidencia (y expuesta así a la risa) mediante el intencionado empleo del latinus grossus, los disparates sintácticos, las intrusiones del dialecto y la cultura que encarna11. El lector, por su parte, si posee un bagaje cultural similar al de la primera persona macarrónica, podrá apreciar el juego literario sin confundir las personas, sancionando así el acto comunicativo macarrónico, que constituye la razón sine qua non de la macarronea.





1 Cf. L. CURTI, “Sul macaronico”, Atti Convegno 1991, pp. 141-182
2 Cf. ib., p. 155
3 Cf. L. LAZZERINI, Il testo..., pp. 114-115 cit. por L. CURTI, o.c., p. 156
4 Cf. L. CURTI, o.c., p. 156
5 Cf. en este blog las entradas bajo la etiqueta "Lucia Lazzerini" donde se dan la cita, concretamente en las nn. 11 y 4 de las dos últimas entradas respectivamente.
6 Cf. L. CURTI, o.c., p. 157
7 Cf. L. LAZZERINI, o.c., pp. 116-117 cit. por L. CURTI, o.c., p. 159-160
8 Cf. L. CURTI, o.c., p. 161
9 Cf. L. CURTI, o.c., p. 160
10 Cf. ib., p. 161
11 Cf. ib., pp. 161-165

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