CARMINA MACARONICA SELECTA

"Quid contentandum nisi contentamus amigos? / Hoc mihi servitium facias, tu deinde comanda, / nam, giandussa mihi veniat in culmine nasi, / ni pro te posthac Paradisos mille refudem", Baldus, V, 9, 295-298

sábado, 28 de mayo de 2016

EL MACARRONEO DE LA EPÍSTOLA MACARRÓNICA DEL DR. SÁNCHEZ




1. El léxico macarrónico.

1. 1. Macarronismos léxicos.

Constituyen el cuerpo básico del léxico macarrónico de epist. (124 de 135 macarronismos registrados). Un pequeño número pertenece a un acervo lexical arcaico (curtus, harone, mochachos) o anómalo (lota). Doctoramentum es el único posible ejemplo de manipulación de la voz vulgar de origen (i.e. ‘doctoramiento’) en el proceso de macarronización, más allá del simple añadido de sufijos y desinencias al lexema de la palabra española.

1. 2. Macarronismos morfológicos.

Pueden aducirse un ejemplo: se lee un horologius, que altera el género neutro del original lat. horologium. Tiene la importancia de ser el primero documentado en el desarrollo de la macarronea española. Parece deberse a razones métricas.

1. 3. Macarronismos heteróclitos.

Un apunte de este tipo se encuentra en el abl. pl. colchonis, en cuyo lugar se podría haber esperado una forma *colchonibus por la 3ª declinación, a la que sería más fácil de adscribir un sustantivo como colchón dado su plural colchones, ya documentado en Spur. 10.

1. 4. Macarronismos semánticos.

Pueden incluirse dentro de esta categoría audientia, calles, pupili, saltare, simam, tabernas.

1. 5. Macarronismos de locución o de calco.

Los dos ejemplos registrados (cabo de vela, per poco dinero) resultan casi citas directas del vulgar, por lo que su regularidad prosódica se relaja. Estamos, como advierte M. Zaggia, en los límites extremos de la gramática macarrónica1.

1. 6. Frecuencia de los macarronismos.

Los 37 versos que contienen un solo macarronismo (vv. 2, 4, 20, 25, 29, 32, 33, 42, 44, 48, 51, 53, 54, 62, 68, 73, 76, 77, 79, 80, 81, 82, 84, 86, 90, 91, 93, 94, 95, 96, 100, 108, 112, 113, 115, 119, 120) representan un 30,83% del total.

Los 42 versos que contienen más de un macarronismo (vv. 10, 11, 12, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 30, 34, 35, 36, 38, 39, 40, 41, 43, 47, 49, 50, 56, 58, 64, 65, 66, 67, 69, 70, 74, 75, 78, 88, 98, 99, 101, 102, 103, 109, 111, 116, 118) suponen un 35% del total.

Los 38 versos íntegramente latinos (vv. 1, 3, 5, 7, 8, 9, 13, 21, 22, 23, 24, 26, 27, 31, 37, 45, 46, 52, 55, 57, 59, 60, 61, 63, 71, 72, 83, 85, 87, 89, 92, 97, 104, 105, 106, 107, 114, 117) representan un 31,66% del conjunto total.

La distribución casi proporcional de las tres categorías llama la atención, fundamentalmente, sobre el elevado número de versos íntegramente latinos.

1. 7. Función estilística de los macarronismos.

La disposición predominante de los hexámetros latinos coincide con los momentos de tono más grave, como son los de queja ante la situación de injusticia que el doctor afirma sufrir (cf. vv. 1-9; vv. 21-28) o cuando refiere lo sacrificado de su oficio (cf. vv. 104-107); en otras ocasiones eclosionan en torno a un calco clásico (cf. vv. 37, 55, 61, 63, 71, 105, 114, 117 y ap. de fuentes correspondiente). Fuera del primer y segundo grupo enunciados, son básicamente neutros desde el punto de vista estilístico, excepto cuando resultan connotados por contraste irónico con el contexto macarrónico. Tal es el caso del v. 63 (haec est prima quies miseris scholaribus aeui), que con su armonía clásica parece anunciar un respiro a las desdichas de la vida escolar. Esta impresión se desvanece inmediatamente en el v. 64 (in colchonis factis non fina sed lana pelote), que devuelve brutalmente a la realidad de su miseria material (vv. 64-72).

La función de los macarronismos en epist. está en relación proporcional con la impresión que se pretende conseguir en el influyente destinatario de la carta. Recuérdese que el autor advierte que a pesar de ser una macarronea lo que escribe, no tiene un carácter jocoso y amable (cf. vv. 1-4), como aquellas con las que, quizás, Sánchez deleitó a Vargas en su época salmantina, situándose así en la tradición del médico "chocarrero", de la que será un ilustre exponente López de Úbeda con su Pícara Justina2. No hay, ciertamente, en esta obra un regusto filológico y preciosista en la creación y experimentación lingüística con los macarronismos, como se deduce del análisis del léxico macarrónico. El autor, por el contrario, emplea mayoritariamente una masa de voces que en su enmacarronamiento desinencial apenas se apartan de su forma originaria vulgar (arroyos, atolladero, barrancos, braços, bubosas, cabecera, cabo de vela, callejuelas, calles, camas, camisa, capa, cartas, caydas, cerrajas, ciciones, columna, costas, cozina, curta, chinches, choças, despensas, per poco dinero, etc), que resaltan así dramáticamente la materialidad de la realidad que se pretende evocar (quartos, tripas, sepulturas, horcas, sisas, pulgas, chinches, piojos, pobreza, horca, callejuelas, puterias, putas, bubosas, ciciones, mentiras), como puede observarse también en la adjetivación (sucias, caydas, sarnosa, frio, curta, raida).

A pesar del carácter práctico del texto, éste no está exento del cuidado formal, lo que, por otra parte, no debe considerarse paradójico. El autor emplea, así, aliteraciones efectistas combinadas con anáforas donde aprovecha las posibilidades que le ofrecen ambas lenguas (v. 14: “heu! Quot arroyos, quot rupes atque barrancos”). De esto son prueba las alternancias de formas latinas y sus correspondientes vulgares3 (cf. vv. 25-26: ...expeluzatus / horresco...; vv. 81-82: ...pagate / ...persoluere...). Hay que destacar la hábil disposición de los macarronismos, que son insertados en los contextos donde alcanzan mayor fuerza evocadora, connotados casi siempre negativamente. Véase el v. 73 (quoque magis doleas, iam imminente pobreza), construido hasta la cesura principal sobre un calco clásico, y que se cierra con un ablativo absoluto cuyo sujeto, que ocupa frontera versal, es un expresivo macarronismo, “pobreza”, que resume y anuncia el grueso de las desgracias de los condiscípulos del joven Diego Sánchez. Estas desventuras alcanzan su culminación y cierre lapidario en el verso 91 (sola horca manet, et desperatio sola), en el que convergen figuras como el quiasmo, cuya férrea arquitectura evoca el rigor de una sentencia, la epadaniplosis (sola...sola), que incide psicológicamente en el desamparo del infortunado estudiante, y el hysteron-proteron, que, trastocando el orden cronológico de las ideas, resalta el macarronismo “horca”, más efectivo aquí sin duda que su correspondiente latino “furca”.

Existen en epist. rasgos del conceptismo que eclosionará en la literatura vernácula hacia finales de siglo4. Véase un ejemplo de retruécano en los vv. 69-70 ([syndone] constructa ex stupa et lota sine jabone / quam magis induerant costurae et mille remiendi), donde se nos habla de una sábana que no ha recibido las marcas del jabón de sastre, sino la de las costuras y mil remiendos; de calambur (cf. v. 90: “extat praecipue ‘si necius’ aut sine litteris”); de derivación (cf. v. 101: “...calles et callejuelas”); y ejemplos de dilogía como en los vv. 111-112, en los que se juega con un doble sentido de adsunt, ‘acompañar’ y ‘asistir (como defensa)’: frente a la incomprensión del concejo al doctor sólo le ‘asisten’ una serie de enfermedades, que son el objeto de su labor; dilogía existe también en el v. 118 donde se juega con una doble acepción de pecho, ‘parte del cuerpo humano’ y ‘tributo’.

Es, finalmente, notable la ausencia total de macarronismos e, incluso, de calcos folenguianos. En poco menos de diez años, si Bald. fue escrito entre 1522 y 1524, la macarronea ha alcanzado plena independencia de su modelo italiano, y su código lingüístico, el macarroneo, es manejado con gran seguridad y conciencia de sus posibilidades expresivas.






1 Cf. ed. Zaggia, p. 649. Se citan ejemplos como fac bonă guardă (Mosch. T III 102).
2 Cf. cap. VI. 2. 1.
3 Cf. ed. Zaggia, pp. 671-672.

4 Cf. FERNANDO LÁZARO, "Sobre la dificultad conceptista" en ID., Estilo barroco y personalidad creadora, Anaya, Madrid 1966, p. 20.

sábado, 7 de mayo de 2016

LOS "MAYOS" DE MANTUA (BALDUS V, 3, 179-200)





 Llega la fecha en que Mantua toda se viste de fiesta:
el uno de mayo sonríe bajo un Apolo1 luciente.                            180
Todo hidalgo ordena delante de su palacio
plantar un enhiesto varal ornado de arbóreas frondas,
al que el pueblo a causa del mes el "mayo"2 lo llama.
Una turbamulta plebeya sigue a carros triunfales,
que por una parte u otra de la ciudad buey o vaca                       185
gruesa lleva, y camina cubierta de rosas variadas.
Tejido de hojas de naranjo se alza un baldaquino
de mirto, laurel, mejorana, romero sobre los carros.
Todo tipo de álamos, toda de verdeantes
olmos especie, de encinas, y de las yedras rampantes                 190
desparpajan sus cabelleras y cuádrigas ornan.
Obleas de pasta, y mil de dorado papel las cintas
que de hilos cuelgan, crujen del aire inquieto movidas.
En alto de este carro triunfal elevarse Cupido
alado se observa, niño cegato y sin pañales;                               195
él tira los dardos acá y allá de su dura ballesta.
Un grupo de muchachitas, cubierto en sus trenzas3 de flores,
llena sus cestos de huevos por toda la villa cantando.
Baldo también, mezclado con éstas al canto se apresta,
y de las ganancias exige su parte sin que nada falte.                   200









1Citado como dios del sol
2Árbol de mayo o mayo, elemento esencial de estas fiestas, probablemente importadas en Italia por los longobardos, en las que se mezclaron elementos de exaltación guerrera y de las celebraciones primaverales de la Maya romana (Faccioli).

3En mi traducción intento reproducir de algún modo el acusativo de relación presente en el verso (Turba puellarum trezzas redimita corollis), ya señalado por Paoli, así como su fuente en el primer verso de la Copa del Appendix Vergiliana (Copa, Surisca, caput Graia redimita mitella).